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Lección de tiro
- No sueltes la flecha. Simplemente déjala volar.
Ramatriste corrigió la postura del joven bosmer, elevando el codo del brazo que sujetaba la cuerda del arco.
- Vacía tus pulmones. No pienses en acertar en el blanco. Sólo deja que la flecha llegue hasta él. – susurró el maestro.
Zoyghoul observó como el corpulento jabalí arrastraba el morro entre las raíces de un árbol centenario, en busca de alimento. El elfo cerró los ojos un instante y el bosque entero pareció enmudecer. Podía oír con claridad cómo se aceleraba su corazón y le asaltó el temor de que todo Vallenwood fuera capaz de escuchar los latidos. Al abrir de nuevo los ojos, tan solo existían él y su presa. El jabalí alzó su gran cabeza olisqueando el aire. Sus miradas se encontraron.
La flecha silbó hasta atravesar la gruesa piel del animal con un violento chasquido. Zoyghoul bajó lentamente su arco mientras el jabalí trastabillaba en un tardío intento de escapar y caía de costado, abatido.
- Es así como ha de hacerse.
Ramatriste, el veterano cazador, no parecía más complacido que si hubiera visto a una ardilla cambiar de rama, pero viniendo de él, esas palabras, se convertían en un elogio apasionado. Zoyghoul se volvió hacia los demás elfos, satisfecho.
Una docena de jóvenes aprendices se acercaron para felicitarlo, palmeándole en la espalda, o revolviéndole el pelo. Una de ellos, una hermosa elfa de ojos esmeralda, aprovechó el alboroto para susurrarle al oído:
- Lo has hecho bien ¿Vendrás esta noche?
Dulce sonrió satisfecha al observar como las mejillas de Zoyghoul enrojecían sin remedio ante todos los presentes. Cautivado por esa sonrisa, el elfo supo cómo debió sentirse el jabalí justo antes de caer.
- ¿A qué estás esperando?- interrumpió Ramatriste- Alimenta a tu familia.
Zoyghoul aún tardó un instante en recobrarse. Luego, saltando entre la maleza, corrió feliz a cobrar su presa.
- ¿Crees que vas a poder hacer esto tú solo, pequeñajo?
Uno de los elfos, más alto y atlético, pasó corriendo junto a él. Aunque Zoyghoul aceleró el paso en un vano intento por alcanzarle, al llegar al animal abatido, el otro ya casi había amarrado las patas con una cuerda.
- Es mío, Diron- dijo Zoygoul- Fue mi flecha la que protegió el bosque.
- ¡Bah! Un disparo afortunado. Y’ffre te ha sonreído esta vez. Aunque por lo visto, no ha sido la única en hacerlo hoy.
Zoyghoul saltó sobre su amigo con la intención de derribarlo, pero Diron, apenas sin esfuerzo, volteó por encima de sus hombros a su atacante haciéndole caer de forma aparatosa. No en vano el elfo era uno de los más prometedores guerreros bosmer. Diron no pudo contener la risa.
- Levántate y ayuda, protector de los bosques. O por los divinos que vas a cargar con esto tú solo.
- No sueltes la flecha. Simplemente déjala volar.
Ramatriste corrigió la postura del joven bosmer, elevando el codo del brazo que sujetaba la cuerda del arco.
- Vacía tus pulmones. No pienses en acertar en el blanco. Sólo deja que la flecha llegue hasta él. – susurró el maestro.
Zoyghoul observó como el corpulento jabalí arrastraba el morro entre las raíces de un árbol centenario, en busca de alimento. El elfo cerró los ojos un instante y el bosque entero pareció enmudecer. Podía oír con claridad cómo se aceleraba su corazón y le asaltó el temor de que todo Vallenwood fuera capaz de escuchar los latidos. Al abrir de nuevo los ojos, tan solo existían él y su presa. El jabalí alzó su gran cabeza olisqueando el aire. Sus miradas se encontraron.
La flecha silbó hasta atravesar la gruesa piel del animal con un violento chasquido. Zoyghoul bajó lentamente su arco mientras el jabalí trastabillaba en un tardío intento de escapar y caía de costado, abatido.
- Es así como ha de hacerse.
Ramatriste, el veterano cazador, no parecía más complacido que si hubiera visto a una ardilla cambiar de rama, pero viniendo de él, esas palabras, se convertían en un elogio apasionado. Zoyghoul se volvió hacia los demás elfos, satisfecho.
Una docena de jóvenes aprendices se acercaron para felicitarlo, palmeándole en la espalda, o revolviéndole el pelo. Una de ellos, una hermosa elfa de ojos esmeralda, aprovechó el alboroto para susurrarle al oído:
- Lo has hecho bien ¿Vendrás esta noche?
Dulce sonrió satisfecha al observar como las mejillas de Zoyghoul enrojecían sin remedio ante todos los presentes. Cautivado por esa sonrisa, el elfo supo cómo debió sentirse el jabalí justo antes de caer.
- ¿A qué estás esperando?- interrumpió Ramatriste- Alimenta a tu familia.
Zoyghoul aún tardó un instante en recobrarse. Luego, saltando entre la maleza, corrió feliz a cobrar su presa.
- ¿Crees que vas a poder hacer esto tú solo, pequeñajo?
Uno de los elfos, más alto y atlético, pasó corriendo junto a él. Aunque Zoyghoul aceleró el paso en un vano intento por alcanzarle, al llegar al animal abatido, el otro ya casi había amarrado las patas con una cuerda.
- Es mío, Diron- dijo Zoygoul- Fue mi flecha la que protegió el bosque.
- ¡Bah! Un disparo afortunado. Y’ffre te ha sonreído esta vez. Aunque por lo visto, no ha sido la única en hacerlo hoy.
Zoyghoul saltó sobre su amigo con la intención de derribarlo, pero Diron, apenas sin esfuerzo, volteó por encima de sus hombros a su atacante haciéndole caer de forma aparatosa. No en vano el elfo era uno de los más prometedores guerreros bosmer. Diron no pudo contener la risa.
- Levántate y ayuda, protector de los bosques. O por los divinos que vas a cargar con esto tú solo.