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El campamento de los elfos oscuros estuvo listo pocos minutos antes de que llegara la tormenta de arena.
—Tú, Nuevo, coge estos víveres y prepáranos la cena dentro de la tienda, que mañana vamos a matar muchos bretones y necesitamos todas las fuerzas.
El argoniano se puso a preparar las cosas ante un pequeñísimo fuego.
Los dummer hacían planes sobre un mapa para el ataque del dia siguiente a un pequeño asentamiento bastante desprotegido.
—Creo que vamos a ser grandes bandidos del desierto, la zona ha quedado muy desprotegida porque Daggerfall entero esta en Cyrodil protegiendo su maldito pergamino— dijo Zynther.
Aynadia, la nightblade que hacía las veces de concubina asesina del jefe se abrazó a su musculosa espalda.
—La sangre de los bretones me sienta fabulosamente en el cutis cuando sale disparada desde sus gargantas abiertas.
—A lo mejor podríamos tomar un par de esclavos, ya que a Nuevo tendremos que liberarlo antes de volver, por leyes del Pacto Ebonhearth los argonianos ahora son nuestros iguales.
—Que fastidio, cocina muy bien.
—De todos modos lo más importante es el oro, creo que a Nuevo lo podemos usar de mula con el botín y lo degollamos en la frontera para que no nos de problemas con los controles de armonía del Pacto.
—Shhh, esta aqui al lado. Pero me parece bien, ya lo discutiremos.
La tormenta de arena ya golpeaba las paredes de la gran tienda compartida y se hundía hacia dentro a punto de romperse.
—Voy a lanzar un gran hechizo de burbuja que protege hasta de disparos de catapulta, así daré resistencia a las paredes— dijo un templario dummer llamado Klamor.
—Buena idea.
Una gran cupula de energia roja se agrandó y sonó como se cortaba el aire.
Los nueve dummer se sentaron en un círculo y comenzaron a devorar la sopa de cerdo que Nuevo les había preparado.
Todo estaba bajo control, y estaban cansados, la tormenta seguía fuera. Se quedaron dormidos muy pronto por efecto de una droga que había colocado el esclavo argoniano.
Y al poco les despertó el abrasador dolor de la arena que iba descarnando sus cuerpos desnudados que estaban al descubierto. En la tienda el argoniano comía solitario con la única compañía de un diablillo.
—Ahora soy Antiguo, y esto de ser Bandidos del Desierto creo que va a gustarme— le dijo a su familiar.
Nacía así el clan de Daggerfall Covenant; Bandidos del Desierto.
—Tú, Nuevo, coge estos víveres y prepáranos la cena dentro de la tienda, que mañana vamos a matar muchos bretones y necesitamos todas las fuerzas.
El argoniano se puso a preparar las cosas ante un pequeñísimo fuego.
Los dummer hacían planes sobre un mapa para el ataque del dia siguiente a un pequeño asentamiento bastante desprotegido.
—Creo que vamos a ser grandes bandidos del desierto, la zona ha quedado muy desprotegida porque Daggerfall entero esta en Cyrodil protegiendo su maldito pergamino— dijo Zynther.
Aynadia, la nightblade que hacía las veces de concubina asesina del jefe se abrazó a su musculosa espalda.
—La sangre de los bretones me sienta fabulosamente en el cutis cuando sale disparada desde sus gargantas abiertas.
—A lo mejor podríamos tomar un par de esclavos, ya que a Nuevo tendremos que liberarlo antes de volver, por leyes del Pacto Ebonhearth los argonianos ahora son nuestros iguales.
—Que fastidio, cocina muy bien.
—De todos modos lo más importante es el oro, creo que a Nuevo lo podemos usar de mula con el botín y lo degollamos en la frontera para que no nos de problemas con los controles de armonía del Pacto.
—Shhh, esta aqui al lado. Pero me parece bien, ya lo discutiremos.
La tormenta de arena ya golpeaba las paredes de la gran tienda compartida y se hundía hacia dentro a punto de romperse.
—Voy a lanzar un gran hechizo de burbuja que protege hasta de disparos de catapulta, así daré resistencia a las paredes— dijo un templario dummer llamado Klamor.
—Buena idea.
Una gran cupula de energia roja se agrandó y sonó como se cortaba el aire.
Los nueve dummer se sentaron en un círculo y comenzaron a devorar la sopa de cerdo que Nuevo les había preparado.
Todo estaba bajo control, y estaban cansados, la tormenta seguía fuera. Se quedaron dormidos muy pronto por efecto de una droga que había colocado el esclavo argoniano.
Y al poco les despertó el abrasador dolor de la arena que iba descarnando sus cuerpos desnudados que estaban al descubierto. En la tienda el argoniano comía solitario con la única compañía de un diablillo.
—Ahora soy Antiguo, y esto de ser Bandidos del Desierto creo que va a gustarme— le dijo a su familiar.
Nacía así el clan de Daggerfall Covenant; Bandidos del Desierto.