Don Oscar
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Buenas comunidad ESO de habla hispana.
Abro este post faltando menos de un dia para iniciar nuestra aventura en Tamriel, con la intención de agradecer a todos los posts creados por ustedes, me han ayudado a tener una mejor idea del juego y su manejo, ayudando a desdibujar mi vieja imagen de como armar la configuración de un pj, gracias a los posts de habilidades entendí que puedo tener un híbrido absolutamente personalizado. serian muchas cosas mas que agradecer, pero me tardaría demasiado, asi que simplemente espero encontrarlos en el juego, y que este foro siga creciendo para poder dar una información adecuada a todo aquel que desee entrar al ESO.
Para terminar deseo compartir con ustedes la historia que cree para mi primer pj, en esta quiero mostrar mi elección de clase, alianza y ademas pues darle algo mas de rol al juego para mí. Espero les guste.
Crónicas de un lobo solitario.
Soy Lupinus, imperial orgulloso, antiguo legado en las legiones del imperio, gracias a esto el escudo y la espada son mi habilidad innata. Tras ciertas diferencias con la forma en que las legiones se organizaron se me fue expulsado de la legión, lamentablemente no nací para seguir incompetentes pusilánimes.
Pero y a que dedicarme, no sé mas que luchar y dirigir tropas; pues la respuesta es muy sencilla, gracias a las luchas en las que estuve por preservar la gloria del imperio, conocí muchas personas por todo Tamriel, buenas, malas y peores, así que emplear los recursos que obtuve de las legiones para crear lazos comerciales no será tan mala idea, ¿pero, y con quién?
Algo que he aprendí es ver la ambición de la gente, ya que muchas luchas en las que estuve, mi cohorte buscaba quitar algo a uno para dárselo a quien el imperio favoreciera. La motivación en Tamriel es simple, una buena poción para vivir felices, una solida armadura para defender su felicidad y una afilada espada para obtener la felicidad, pero antes que nada adoran el oro.
Establecí relaciones comerciales en búsqueda de eso que tanto aman en Tamriel, desde hachas nórdicas, hasta pociones Altmer, arcos Bosmer etc. Gracias a eso conocí aún más las diferentes razas y culturas de este continente, donde logre destacar que en Tamriel no hay objeto más valorado que lo que se forja por las manos de los Orcos. Así pues, me las arregle para conseguirme un Guardia rojo como escolta, que conociera buenas rutas comerciales y me acercara a las forjas Orcas.
Entendí la fascinación por la riqueza, mis rutas comerciales desde Cyrodil hasta Stros M´kai prosperaron, fue una buena época, en mi almacén en la capital del imperio recibía compradores de todos los rincones del imperio haciéndome acumular una gran fortuna, con la que podía hacer mi voluntad fácilmente.
Los grandes ingresos de mercancía, jamás permití que fueran realizados sin mi presencia, por lo cual me vi metido en pequeñas luchas para evitar que bandidos robaran lo que era mío, así mi habilidad de combate se perfecciono haciendo de mi escudo y mi espada el temor de los bandidos del desierto de Alik´r.
La permanencia contaste en estas tierras me hizo conocer la magia bretona, una magia diferente a la elfica, la sentí menos engreída y prepotente, lo que hizo que me instruyera en el arte de la hechicería, la cual junto a mi habilidad de combate hacían una mezcla mortal, aprovechando eso aprendí como los Bretones elaboraban unas pociones que para mí serian una sensación en Cyrodil, una nueva oportunidad para diversificar mi empresa.
Pero no todo lo bueno dura por siempre, algo se avecinaba, algo que iba a cambiar la historia de toda Tamriel. Los motivos por los que fui expulsado de la legión se volvieron una especie de enfermedad que se propago por el imperio, haciendo que los reyes ya conquistados alrededor de la capital imperial empezaran a juzgar la autoridad del Emperador. Para empeorar más las cosas estaban corriendo el rumor de avistamientos de daedras, y extrañas cosas en el cielo. Por aquello que un no puedo explicarme decidí resguardar mis tesoros en Cyrodil antes de que la inevitable guerra estallara, que mala decisión que no note hasta que fue demasiado tarde.
Mientras estaba de viaje a Glenumbra la guerra se declaró, una guerra civil dividida entre tres alianzas en búsqueda del trono de rubí contra el imperio. Naturalmente el espíritu patriótico emergió y salí inmediatamente para mi ciudad con la intensión de enlistarme para proteger al imperio, aunque más por proteger mis riquezas. Solo que una sorpresa me esperaba, mis antiguos legados compañeros de armas bajo órdenes del emperador confiscaron todas mis posesiones para poder financiar la guerra. Al llegar y enterarme de lo sucedido entre en una cólera absoluta, y fui en busca de los legados para darles muerte, solo que las sorpresas no terminaban aún.
El emperador tras sentirse acorralado por las tres alianzas, El pacto corazón de Ébano con Nórdicos, Argonianos y Elfos Oscuros, el Dominio Aldmeri con Altmers, Gatos y Bosmers y el pacto Dagerfall con Orcos Bretones y guardias rojos, decidió encontrar un aliado que tuviese la habilidad de destrozar sus enemigos fácilmente.
Cuando asesine al primer legado descuide mi guardia por la ira que tenía y fui apresado. Esperaba un trato diferente por mi naturaleza imperial, pero no fue así, todos los prisioneros teníamos un destino más siniestro que la muerte.
Ese nuevo gran aliado del imperio necesitaba almas como pago, así que los prisioneros fuimos enviados a Oblivion, el mismísimo infierno. Desperté en una prisión en ese mundo maldito gobernado por el príncipe daedrico Molag Bal, para sorpresa mía un fantasma, el profeta, me ayudo a escapar, con la intención de cierto tipo de colaboración.
Antes de volver debía decidir a donde ir, ahora en guerra mi decisión sería trascendental, no podía y tampoco quería volver a mi nación excepto que regresara respaldado por un ejército, El pacto Corazón de ébano, con esos racistas y engreídos nórdicos, más la desconfianza que me inspiraban los elfos oscuros no estaba en mis opciones, el Dominio con ese nombre tan imponente cualquiera quisiera luchar en sus filas, pero hacer que alguien que se siente superior a todos, mejor no, pero si existía una nación que yo esperaba me recibiera, el pacto Dagerfall, las relaciones comerciales con ellos no solo me habían ayudado a hacer socios sino amigos, así que mi escudo, mi espada y mi conocimiento de la magia servirían a esta alianza.
Ahora mis intenciones son más claras, destrozar al imperio que me traiciono y robó, buscando restaurar el orden pero con ese toque imperial, pero más que la venganza, que es mi fachada para todos para justificar mi ingreso a la guerra, busco recuperar mi fortuna pues no existe mejor negocio que la guerra. ¡Honor y Gloria!
Abro este post faltando menos de un dia para iniciar nuestra aventura en Tamriel, con la intención de agradecer a todos los posts creados por ustedes, me han ayudado a tener una mejor idea del juego y su manejo, ayudando a desdibujar mi vieja imagen de como armar la configuración de un pj, gracias a los posts de habilidades entendí que puedo tener un híbrido absolutamente personalizado. serian muchas cosas mas que agradecer, pero me tardaría demasiado, asi que simplemente espero encontrarlos en el juego, y que este foro siga creciendo para poder dar una información adecuada a todo aquel que desee entrar al ESO.
Para terminar deseo compartir con ustedes la historia que cree para mi primer pj, en esta quiero mostrar mi elección de clase, alianza y ademas pues darle algo mas de rol al juego para mí. Espero les guste.
Crónicas de un lobo solitario.
Soy Lupinus, imperial orgulloso, antiguo legado en las legiones del imperio, gracias a esto el escudo y la espada son mi habilidad innata. Tras ciertas diferencias con la forma en que las legiones se organizaron se me fue expulsado de la legión, lamentablemente no nací para seguir incompetentes pusilánimes.
Pero y a que dedicarme, no sé mas que luchar y dirigir tropas; pues la respuesta es muy sencilla, gracias a las luchas en las que estuve por preservar la gloria del imperio, conocí muchas personas por todo Tamriel, buenas, malas y peores, así que emplear los recursos que obtuve de las legiones para crear lazos comerciales no será tan mala idea, ¿pero, y con quién?
Algo que he aprendí es ver la ambición de la gente, ya que muchas luchas en las que estuve, mi cohorte buscaba quitar algo a uno para dárselo a quien el imperio favoreciera. La motivación en Tamriel es simple, una buena poción para vivir felices, una solida armadura para defender su felicidad y una afilada espada para obtener la felicidad, pero antes que nada adoran el oro.
Establecí relaciones comerciales en búsqueda de eso que tanto aman en Tamriel, desde hachas nórdicas, hasta pociones Altmer, arcos Bosmer etc. Gracias a eso conocí aún más las diferentes razas y culturas de este continente, donde logre destacar que en Tamriel no hay objeto más valorado que lo que se forja por las manos de los Orcos. Así pues, me las arregle para conseguirme un Guardia rojo como escolta, que conociera buenas rutas comerciales y me acercara a las forjas Orcas.
Entendí la fascinación por la riqueza, mis rutas comerciales desde Cyrodil hasta Stros M´kai prosperaron, fue una buena época, en mi almacén en la capital del imperio recibía compradores de todos los rincones del imperio haciéndome acumular una gran fortuna, con la que podía hacer mi voluntad fácilmente.
Los grandes ingresos de mercancía, jamás permití que fueran realizados sin mi presencia, por lo cual me vi metido en pequeñas luchas para evitar que bandidos robaran lo que era mío, así mi habilidad de combate se perfecciono haciendo de mi escudo y mi espada el temor de los bandidos del desierto de Alik´r.
La permanencia contaste en estas tierras me hizo conocer la magia bretona, una magia diferente a la elfica, la sentí menos engreída y prepotente, lo que hizo que me instruyera en el arte de la hechicería, la cual junto a mi habilidad de combate hacían una mezcla mortal, aprovechando eso aprendí como los Bretones elaboraban unas pociones que para mí serian una sensación en Cyrodil, una nueva oportunidad para diversificar mi empresa.
Pero no todo lo bueno dura por siempre, algo se avecinaba, algo que iba a cambiar la historia de toda Tamriel. Los motivos por los que fui expulsado de la legión se volvieron una especie de enfermedad que se propago por el imperio, haciendo que los reyes ya conquistados alrededor de la capital imperial empezaran a juzgar la autoridad del Emperador. Para empeorar más las cosas estaban corriendo el rumor de avistamientos de daedras, y extrañas cosas en el cielo. Por aquello que un no puedo explicarme decidí resguardar mis tesoros en Cyrodil antes de que la inevitable guerra estallara, que mala decisión que no note hasta que fue demasiado tarde.
Mientras estaba de viaje a Glenumbra la guerra se declaró, una guerra civil dividida entre tres alianzas en búsqueda del trono de rubí contra el imperio. Naturalmente el espíritu patriótico emergió y salí inmediatamente para mi ciudad con la intensión de enlistarme para proteger al imperio, aunque más por proteger mis riquezas. Solo que una sorpresa me esperaba, mis antiguos legados compañeros de armas bajo órdenes del emperador confiscaron todas mis posesiones para poder financiar la guerra. Al llegar y enterarme de lo sucedido entre en una cólera absoluta, y fui en busca de los legados para darles muerte, solo que las sorpresas no terminaban aún.
El emperador tras sentirse acorralado por las tres alianzas, El pacto corazón de Ébano con Nórdicos, Argonianos y Elfos Oscuros, el Dominio Aldmeri con Altmers, Gatos y Bosmers y el pacto Dagerfall con Orcos Bretones y guardias rojos, decidió encontrar un aliado que tuviese la habilidad de destrozar sus enemigos fácilmente.
Cuando asesine al primer legado descuide mi guardia por la ira que tenía y fui apresado. Esperaba un trato diferente por mi naturaleza imperial, pero no fue así, todos los prisioneros teníamos un destino más siniestro que la muerte.
Ese nuevo gran aliado del imperio necesitaba almas como pago, así que los prisioneros fuimos enviados a Oblivion, el mismísimo infierno. Desperté en una prisión en ese mundo maldito gobernado por el príncipe daedrico Molag Bal, para sorpresa mía un fantasma, el profeta, me ayudo a escapar, con la intención de cierto tipo de colaboración.
Antes de volver debía decidir a donde ir, ahora en guerra mi decisión sería trascendental, no podía y tampoco quería volver a mi nación excepto que regresara respaldado por un ejército, El pacto Corazón de ébano, con esos racistas y engreídos nórdicos, más la desconfianza que me inspiraban los elfos oscuros no estaba en mis opciones, el Dominio con ese nombre tan imponente cualquiera quisiera luchar en sus filas, pero hacer que alguien que se siente superior a todos, mejor no, pero si existía una nación que yo esperaba me recibiera, el pacto Dagerfall, las relaciones comerciales con ellos no solo me habían ayudado a hacer socios sino amigos, así que mi escudo, mi espada y mi conocimiento de la magia servirían a esta alianza.
Ahora mis intenciones son más claras, destrozar al imperio que me traiciono y robó, buscando restaurar el orden pero con ese toque imperial, pero más que la venganza, que es mi fachada para todos para justificar mi ingreso a la guerra, busco recuperar mi fortuna pues no existe mejor negocio que la guerra. ¡Honor y Gloria!
